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martes, 23 de noviembre de 2010

La meditacion una herramienta más para nuestra salud mental.

Decir que con la meditación se logra un estado de conciencia diferente suena extraño.
Para poder decir eso primero hay que reconocer que existen varios estados de conciencia. Nos es fácil distinguir dos estados de conciencia: sueño y vigilia. Y si nos ponemos con sutilezas vemos que el estado de mucha concentración cuando estamos absortos, o en Babia, tiene matices distintos del “estar alerta”. También serían ejemplos de otros estados cuando uno tiene fiebre muy alta y delira, recién despertado, en ese duermevela de poco antes de dormir,…
Los que hayan practicado meditación sabrán que ese particular estado mental no es ni dormido ni despierto. Es parecido a absorto, o estar en Babia, parecido a la relajación, pero no es igual.
Pero dejando aparte las disquisiciones neurológicas sobre si es un estado de conciencia diferente o no lo es la pregunta sería ¿es útil para nuestra salud mental?
En varios estudios se ha visto que está asociada con cambios en la secreción y liberación de varias hormonas pituitarias que hacen los mismos efectos que un neurotransmisor llamado ácido gamma aminobutírico, un neurotransmisor que “inhibe los excesos”. Es decir, que ayudan al “freno” de nuestros neurotransmisores. También se encontró que después de la meditación disminuyen los niveles de cortisol sérico (hormona relacionada con la adrenalina), la presión arterial, la frecuencia del pulso y la temperatura. Además se produjo también una disminución en el tiempo de reacción. Esto sería similar una “hibernación” voluntaria del cerebro durante un tiempo, disminuyendo la ansiedad y las emociones “fuertes”.
Por otro lado después de la meditación también se produce un efecto “subidón”. Se produce una elevación significativa de los niveles plasmáticos de la hormona liberadora de la corticotropina, sin diferencias significativas con la elevación que se produce de esta hormona después de una carrera y se estimulan las célebres endorfinas (esa sustancia que secretamos en nuestro interior y que nos “pone bien”)
Hay numerosos estudios que relacionan la meditación con el control de estrés, por ejemplo, un estudio de la Universidad Americana en Washington y la Universidad de Gestión Maharishi en Fairfield (Estados Unidos), publicado en la revista 'International Journal of Psychophysiology'. En el que se entrenó a 50 estudiantes en 10 semanas de meditación y vieron que desarrollaron un mejor rendimiento cerebral, menos somnolencia y una habituación más rápida ante estímulos desagradables, además, se mostraban menos irritables. En otro publicado en la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences' compararon un grupo de estudiantes chinos asignados a cinco días de práctica de meditación con otro que estudió técnicas de relajación. Según los autores los estudiantes que meditaron 20 minutos durante cinco días mostraron mejorías en las puntuaciones de los sistemas de la atención, menor ansiedad, depresión, ira y fatiga y un mayor vigor en la escala del Perfil de los Estados de Ánimo ('Profile of Mood States'), una disminución significativa en el cortisol asociado al estrés y un aumento en la reactividad del sistema inmune.
La meditación parece que también proporciona un mayor autocontrol según un estudio publicado en 'Proceedings of the National Academy of Sciences'. Un equipo de investigadores chinos dirigido por Yi-Yuan Tang, en colaboración con el psicólogo Michael I. Posner, premiado con la Medalla Nacional de la Ciencia, tomó 45 estudiantes. De ellos, 22 aprendieron meditación y los otros 23, recibieron la misma cantidad de horas en relajación. Los autores utilizaron un tipo de resonancia magnética denominada imágenes con tensor de difusión para poder observar las fibras que conectan las distintas partes del cerebro antes y después del entrenamiento. Se pudo observar, tan sólo en aquellas personas que practicaron meditación, como se llevaban a cabo cambios en las conexiones relacionadas con el cíngulo anterior, un área del cerebro relacionada con la habilidad para regular las emociones y el comportamiento. Estas diferencias en la conectividad comenzaron después de seis horas de entrenamiento y se volvieron más claras después de 11 horas de práctica. Según los autores, "la importancia de estos descubrimientos está relacionada con la habilidad de realizar cambios estructurales en la red del cerebro relacionada con la autorregulación". Este mismo grupo de investigación, descubrió que los individuos que practicaban meditación tenían mayor circulación sanguínea en el córtex cingular anterior derecho, es decir que esa zona “trabajaba más”. Como se habrá podido sospechar, los déficits en la actividad del córtex cingular anterior han sido asociados a los desórdenes por déficit de atención, y otros desórdenes similares.
Puede que este último estudio en el que se demostró que la meditación causa cambios anatómicos en el cerebro resulte sorprendente, pero ya se demostró a principios de la década de los noventa que la psicoterapia causa cambios en la anatomía funcional del cerebro.
Esta claro que la meditación no puede sustituir a un tratamiento en algunas afecciones graves, pero es una buena prevención para mantener nuestra salud mental.
Carta publicado en prensa pitiusa nº 193

domingo, 21 de noviembre de 2010

En psiquiatría no hay urgencias...

Como salta a la palestra el tema de la urgencia en blogs apreciados aqui y aquí, motivando que recuerde los tiempos de las guardias presenciales hospitalarias hago una reflexión al respecto.
En psiquiatria no hay urgencias. Esto no quiere decir que la asistencia en la urgencia sea asunto baladí, donde no existen situaciones de importancia. El impactante titular quiere hacer hincapié en que es difícil diferenciar lo importante cuando alguien te "urge", -que según la DRAE quiere decir que te pide o exige algo con urgencia o apremio o bien te conduce o empuja a una rápida actuación-.
Me gusta pensar que nuestro trabajo como "cooperantes de la mente de otro" se basa fundamentalmente en la reflexión. Una cualidad rara ante lo urgente, ante lo que nos apremia el otro, bien sea el sufriente o el demandante, porque con igual urgencia te insta el que tiene una crisis de ansiedad que el médico que se ha contagiado de la ansiedad de esa crisis.
Un punto a diferenciar es la urgencia -que en mi definición una urgencia es todo lo que se denomina urgencia, lo que viene con una prisa y una súbita necesidad que previamente no existia- y otra muy diferente la crisis.
La atención en urgencias es -disculpad el término- una "psiquiatria de palmadita en la espalda", es ese  oir como la queja -absurda- de que vienen para cualquier cosa, ese "ay que ver Facundo como esta el mundo", o a lo Ciceron  "o tempora o mores"....
La urgencia no la define la psicopatología del paciente si no su capacidad de movilización del canal de comunicación, sea este el 061, el 112, la televisión local, o el médico de guardia... y allí no es necesario un psiquiatra sino un público atento que solucione rápidamente o al menos contenga ( por eso es útil un ingreso o un pastillazo que no es una solución, sino una contención).
Otra cosa muy diferente es la crisis.
En la crisis somos necesarios los psiquiatras y la atención en crisis no se puede llevar a cabo casí nunca. Bien sea por el difícil acceso al paciente en crisis, bien sea por la dificultad del paciente en crisis en acceder a nuestros servicios; y las crisis - desde la que desde fuera parece más absurda a la grave cirisis psicotica- es un momento ideal para la actuación terapeutica. Dicho para que se entienda desde la "bioquimica ficción": un momento en que los neuroreceptores estan blanditos y las vesículas que echan neurotransmisores son más dadas a atender otras maneras de vivenciar puesto que es un instante de sufrimiento.
A partir de aqui hago un corta pega de un texto del Dr Juan Larban que lo dice más claro y más alto:

...La crisis psicológica podría definirse también como una ruptura del equilibrio psicodinámico de la persona y de su entorno familiar, social o profesional. Desde esta perspectiva, su tratamiento tendría como objetivo el crear unas condiciones especiales, un marco de trabajo psíquico propicio para contener y elaborar los determinantes de la crisis, gracias al trabajo intrapsíquico de la persona que la padece.
El objetivo del trabajo de crisis sería el de sacar el mejor partido de ese momento de ruptura considerado como fecundo. Las defensas del sujeto que la padece suelen estar disminuidas y debilitadas, sus emociones, muy intensas, son fáciles de movilizar. Todo ello crea unas condiciones muy favorables para intentar desarrollar y utilizar nuevos recursos internos que permitan un funcionamiento psico-afectivo mejor que el que se tenía antes de la crisis. El nuevo equilibrio psico-afectivo, conseguido tras superar con éxito la crisis, conduciría a un bienestar y a un grado de autonomía personal mayor y mejor.
La capacidad de resiliencia –resistencia ante la adversidad y capacidad de recuperación–, así como la capacidad de afrontar lo nuevo y lo diferente de forma creativa son para la persona que se enfrenta a una situación de crisis, importantes factores de protección de su salud y equilibrio psíquicos. La resiliencia, que tiene fundamentos psicobiológicos y psicosociales es un proceso dinámico que se va desarrollando de forma cambiante en función de la interacción del sujeto con su entorno.
La crisis puede ser también generadora de discapacidades y patología de todo tipo si el sujeto o el colectivo que se ve inmerso en ella no tienen la posibilidad de generar nuevos recursos que les permitan adaptarse e integrar el cambio que les “obliga” a su vez a cambiar.
Sin la ayuda adecuada, para algunos, la crisis puede ser también fuente de sufrimiento inútil y desencadenante de enfermedad. Hemos puesto la palabra “obliga” entre comillas para indicar la tendencia del ser humano a introducir pequeños cambios en su vida para que en el fondo nada cambie (homeostasis), a no ser que se vea necesitado de cambiar, tanto si la necesidad proviene de factores externos como internos.
La diferente conceptualización que se tenga de la crisis en el ser humano –sea de origen psicosomático o psicosocial–, repercute en su aplicación a la hora de dar una respuesta clínica a la demanda que la crisis genera.
Hay una gran diferencia entre conceptualizar la crisis y la descompensación psíquica como el estallido y emergencia de síntomas que hay que tratar de suprimir cuanto antes, y la visión de esa misma crisis psíquica como la incapacidad del sujeto que la padece para hacer frente a una necesidad evolutiva de cambio interno y/o externo. En este segundo caso habría que ayudarle más bien a contener, analizar, comprender e integrar, elaborando y dándole sentido a lo que está viviendo para poderlo superar.
Tanto el modelo psiquiátrico que tiene como base el modelo médico, como el modelo psicológico, nos colocan frente a sus importantes limitaciones en el abordaje de la crisis, limitaciones que se hacen mayores si ambos modelos son aplicados de forma disociada o excluyente.

No olvidemos que en japonés crisis se escribe con un símbolo que representa peligro y oportunidad.

Para más información sobre crisis de manera resumida os remito a aquí en la pagina 3, el texto completo del Dr. Larban (faltan dos parrafos) aquí , y si queréis unos resumenes las ponencias de las jornadas sobre crisis aquí

domingo, 7 de noviembre de 2010

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