La victimología es una rama de la criminología que estudia las consecuencias de las agresiones que un ser humano sufre a manos de otro. En España, ante la triste y amplia experiencia con la que contamos en víctimas de atentados, se puso en marcha el programa Fénix para estudio de las reacciones de las víctimas. A este estudio y al libro de B. Baca, “la violencia y sus víctimas, psicopatologia” me voy a referir a lo largo del siguiente texto.
Las reacciones psicopatológicas de la víctima se encajan dentro de lo que se ha llamado «reacciones al estrés». Evidentemente una acción (ser atacado) causa una reacción. Estas reacciones son normales ya que van a aparecer en el cien por cien de la población afectada. No constituyen una patología específica, sino una actitud normal, que la víctima va a adoptar tras la ocurrencia del hecho traumático. Algunas de estas reacciones, por ser excesivas, o distorsionar la vida del individuo afecto podrán ser patológicas, pero en general no lo son.
Normalmente primero aparece sorpresa, desconcierto, desolación y sentimientos muy profundos de indefensión y abandono, no solo en la victima directa, sino también en familiares y el grupo social cercano a la víctima. A veces se ocultan las consecuencias de la agresión sufrida, y hablar del tema es como un escarbar doloroso en la herida, una confesión de un fallo por no haber sabido defenderse o evitar la agresión, aunque esta haya sido inevitable.
La creencia de que el mundo es un lugar seguro está impresa en nuestra cultura occidental, los accidentes son considerados como muy poco probables y ser víctima hace que estas ideas tan arraigadas tiemblen. A veces algunas víctimas niegan lo ocurrido, con sensaciones de incredulidad y rechazo, esta reacción se da en un mínimo número de personas y si se da suele ser indicativo de problemas posteriores.
Tras esta primera reacción de sorpresa, las reacciones normales se han dividido en dos grupos muy diferenciados a los que se han bautizado con nombres muy similares: la «reacción asténica» y la «reacción esténica». Como los nombres técnicos pueden confundir les denominaré de una manera descriptiva: la reacción depresiva y la reacción airada. Hay que tener en cuenta que estas reacciones no se eligen, ni en calidad ni en intensidad. La historia de cada individuo hará que la reacción vaya en una u otra dirección y que sea más o menos intensa tanto en el momento como a lo largo del tiempo.
La reacción depresiva consiste en prolongar los sentimientos iniciales de abandono e indefensión y caer en la pasividad. Hay una pérdida de interés por todo lo referido a la agresión. Esta actitud lleva a no buscar ayuda, no interesarse por las circunstancias de la agresión o el trauma sufrido, y rechazar cualquier implicación en procesos legales o indemnizatorios que le pudieran afectar.
Esta actitud se puede confundir con que se ha superado el trauma. Se cree que como no habla de ello, y vuelve a su vida normal está superado. En algunos casos es así y tras un periodo de tiempo, más o menos prolongado, la víctima se readapta y asume su situación, pero en otros casos esto trae situaciones patológicas años después de la agresión porque el acontecimiento vital que supone no ha sido integrado en la biografía del sujeto.
En este grupo de actitud “depresiva” no son raros los sentimientos de culpa, como si la victima tuviera responsabilidad en la actitud del agresor. Esta culpa suele expresarse como autorreproches por no haber sabido evitar la situación, por haber ido por la calle ese día o, incluso, haber provocado la agresión inadvertidamente.
Por el contrario, el otro tipo es la reacción “airada” que consiste en una externalización de la culpa y la generalización de ésta a prácticamente todo el mundo. Tras la sorpresa común pasa a reacciones de rabia y odio contra el agresor, que en breve se generaliza a todo el mundo, agresor, fuerzas de seguridad, el ayuntamiento, la sociedad,..... Las consecuencias de este tipo de reacción son las beligerantes posiciones reivindicativas hacia los poderes públicos como responsables subsidiarios, conductas querulantes (es decir que lo llevan todo a juicio), sintiéndose continuamente perjudicados en sus derechos como ciudadanos. Esta reacción tiene una parte positiva por luchar para que no se olvide lo sucedido y obtener una compensación, pero puede llegar a hacer perder a algunos individuos el norte de su existencia, centrándose en un único suceso negativo, haciendo que el resto de su futuro gire en torno a ello.Tanto una como otra reacción son absolutamente normales siempre y cuando no lleguen a suponer una distorsión en la vida del individuo.
Para salvar cualquier tipo de herida psíquica tras una agresión los autores recomiendan el apoyo social, el hablar del tema con los más cercanos e integrarlo como un episodio más en la biografía de la persona, como un acontecimiento que ha sucedido. Un accidente que no se ha podido controlar pero que ha acaecido.