Nos suelen decir desde la escuela que tenemos cinco sentidos. La verdad es que tenemos unos cuantos más. Y no me refiero a capacidades como el sentido del humor o el sentido de la orientación si no a sentidos con sus receptores y sus redes enviando y descifrando información. Me refiero a que además de la vista, oído, gusto, olfato y tacto nuestra percepción abarca más informaciones sobre el mundo y nuestro lugar en él.
Además de estos cinco que conocemos, hay cinco más claramente definidos. Tenemos la propiocepción, que es el sentido de cómo están posicionados nuestros cuerpos, donde tenemos puesta la pierna, cómo tenemos doblado el brazo, la angulación que forma el codo. Una información que tenemos en todo momento pero de la que sólo somos conscientes si nos fijamos en ella.
Otro sentido es la nocicepción, que es el sentido del dolor. Este está -como tantos otros- muy influido por lo afectivo y lo cultural. A veces el sistema propioceptivo se transforma en nocioceptivo si presto atención, o fijo experiencias dolorosas en determinadas posturas.
También tenemos el sentido del equilibrio que reside en el oido interno, con un funcionamineto muy curioso, ya que consiste en tres canales semicirculares situados en tres planos rectangulares, según las tres dimensiones del espacio que nos informan de la posición y el movimiento Cada persona los tiene situados de manera diferente, -igual que cada uno tenemos un rostro diferente- así que el equilibrio es aprendido en relación a las experiencias de uno mismo.
Otro sentidos son el sentido de la temperatura corporal, el de la aceleración y, parece ser que existe pero no conozco las vias que lo determinan, el del paso del tiempo.
¿ Podríamos tener más? Parece ser que hay animales perciben los campos eléctricos (como los tiburones) e incluso el campo magnético terrestre como lo hacen pájaros, las tortugas e incluso algunas bacterias. Algunos teóricos dicen que aunque no seamos conscientes de estos campos (eléctricos y magnéticos) si que los percibimos y nos afectan. Hay experimentos variados al respecto y parece ser que hay pruebas que apuntan a que es cierto, pero hasta que este más claro habrá que mostrarse prudente.
Si nuestro cuerpo hubiese evolucionado de otra manera podríamos tener otros al menos tan útiles como un sónar incorporado, al estilo de los murciélagos y los delfines, que aportaría información a nuestra vista. Podriamos detectar el calor de otros cuerpos cercanos, como hacen las serpientes, podriamos afinar las relaciones espaciales y el movimiento con bigotes como los del gato o las focas, o incluso mejorar la vista y oido para captar más frecuencias: ultrasonidos, luz ultravioleta, infrarojos,... pero como dicen los expertos en comunicación demasiado información es ruido. Y con la que recibimos por nuestros (más de) cinco sentidos nos es suficiente para vivir en este mundo.
Esta entrada la publiqué en prensa pitiusa. Está basada en esta entrada tan amena del smithsonian.
La foto de prensa pitiusa, número 231, página 32
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