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lunes, 6 de septiembre de 2010

Procrastinar, que bonito término....

Ha llegado a la psicología una nueva palabra, de sentido certero y delimitado. Equivalente a otras palabras ya en uso pero con un matiz de enfermedad ha llegado el verbo procrastinar. Este término aparece por primera vez en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en la versión del 1992.Viene del latín procrastinare y quiere decir diferir, aplazar. Ese comentario que hacemos todos de “mañana sin falta…” o “en cuanto acabe de leer esto voy a…” es una procrastinación, pero el hecho de ser tan cacofónico (realmente suena mal) hace que, más un aplazamiento, parezca un síntoma psicológico y como tal sea usado.

No me preocupa que exista una nueva palabra. Aparecen y desaparecen las palabras cada poco tiempo. Recuerdo la palabra “carroza” con la acepción coloquial de viejo –recogida en el diccionario de la real academia de la lengua desde 1989- que no ha sobrevivido al paso de los tiempos, y el “molar” que en 1984 aparece como “gustar o agradar mucho una cosa” que todavía perdura. Pero dejando de lado la vida y muerte de las palabras y modismos la aparición de esta palabra concreta me despierta dos dudas: por qué y para qué.

¿Acaso tan prevalente y preocupante es el hecho de procrastinar, que ha requerido la resurrección del término desde el latín, para diferenciar la falla psicológica del hecho normal de diferir, aplazar? Seguro que muchas personas posponen sus obligaciones (posiblemente el 100%, puesto que en este mundo posmoderno todos tenemos más obligaciones que tiempo o memoria), pero ¿tantas acuden quejándose de ello al psicólogo o psiquiatra?

Y esto lo enlazo con la otra pregunta ¿para que esta palabra? Si una persona se queja y dice “vengo por que dejo todo para mañana y nunca hago nada”, El profesional puede decir: “eso es que procrastinas” y ya está. Asunto resuelto. Tenemos un síntoma, un nombre propio de lo que sucede. El paciente puede decir a su familia “No es que deje las cosas para mañana, es que procrastino” y la familia respira aliviada ante esta absurda pero tranquilizadora tautología. Otra opción es que el profesional se interese por la persona y le pregunte ¿y porque cree que deja las cosas para mañana?, y buscar una causa de su dejadez, de su falta de proyección en el futuro, de su vagancia, de su falta de interés en su propia vida, de su “eludir las obligaciones”..., porque procrastinar lo hacemos todos, el motivo difiere en cada uno, quizás sea anemia, apatía, depresión, o miedo a cumplir… Porque un hecho –dejar las cosas para mañana- puede tener muchas causas y diferentes significados para quienes lo practican.

El congelar las acciones en una palabra poco usual o en un diagnóstico sólo tiene utilidad si ayuda en el tratamiento. El resumir en una palabra una conducta sirve para poder decir lo mismo de una manera más concisa y exacta pero le quita la vida y el detalle personal que tiene la explicación de cada caso.

Si procrastino hasta el hecho de que es preocupante para mi vida y he de consultar a un profesional (que lo veo muy raro) deberé de saber la causa, qué significa el hecho de hacerlo, el pronóstico, y sobre todo saber que he de hacer para mejorar. De poco sirve saber el nombre técnico de lo que hago.

A veces para solucionar un problema es necesario trabajar con el “mundo interno” de quien lo tiene, -los recuerdos, las fantasías, las expectativas,…- otras veces basta con “trucos” para sobrellevarlo; pero sólo el diagnóstico, la palabra fría y sonora tiene poco sentido si no va unida a un proceso terapéutico.

Estas palabras raras y feas sirven para crear patologías que no existen, quizás pronto haya un síndrome del procrastinador, un libro a la venta y una pastilla curativa. Los profesionales de la salud mental tenemos pacientes de sobra, no sé por qué se empeñan en preocupar a la población con palabras que suenan a enfermedades inexistentes. Ya tenemos bastantes pacientes…

4 comentarios:

Jony Benitez dijo...

Me recuerda a estos chicos que cuentan algo parecido desde el humor.

http://www.youtube.com/watch?v=KRPgPT_WtYE

Saludos

Lizardo Cruzado dijo...

Todo aquello que constituya veleidad diagnóstica y envoltorio disimulador de contrabando etiquetador, debiera ser denunciado. Parece que el vocablo 'procrastinación' ahora se vende como criterio del malhadado TDAH del adulto y sin duda ello es sobradamente ladino.
No abundo porque la procrastinación me lo impide, querido colega Miguel, pero como apuntas hay que ver lo que detrás se asoma antes que dejarse llevar por la novedosa incorporación léxica. Y la procrastinacion es largamente más frecuente en anancásticos más que en otros etiquetajes recién -y mal- amanecidos en el villorrio.
(Aquí, entre nos, la palabreja es fea, pero es simpática, eh. Hay que formar un club de procrastinadores, pero mejor mañana, ¿no?).

Un cálido saludo.

David González dijo...

Pues que sepas que los ingleses/americanos tambien dicen "procrastinate" con la misma acepción que en castellano, así que lo mismo es para sonar más internacional...

Miguel dijo...

gracias por los comentarios, divertidos enlaces y notables apreciaciones. David, lamentablemente creo que en parte tienes razón, y todo lo que viene de la parte sajona de América suena más "cool"
Lo triste esta en que sea nuestra, la olvidemos, -quizás la desechemos-, nos la devuelvan y nos parezca buena. Con lo bonito y sibilante que suena diferir o la solidez de maza de aplazar, que se vaya a utilizar esa palabreja con sonido de título de película: "procastinator" mañana en los cines, o quizás pasado mañana...

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