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domingo, 20 de marzo de 2011

¿En qué medida resultan de utilidad los marcadores biológicos y las pruebas neuroendocrinas en el estudio de los trastornos psicopatológicos?

Esta es la pregunta que me hacen en el master de psicopatología. Yo -inocentemente- he respondido lo que pensaba. Luego gracias a una compañera en el foro del curso, me han informado que valoran: desarrollo de los contenidos, elaboración personal y presentación. La presentación es la que hay, la elaboración personal es contraria a los contenidos y los contenidos del texto los pongo en unas trece palabras... Así que aquí dejo el que hecho y ahora voy a hacer uno diferente para que no me suspendan, que me conozco....

Desde la división platónica entre el mundo real y el mundo de las ideas hemos vivido una dualidad que a veces ha sido apoyada y a veces atacada desde las ciencias humanísticas como psicología o medicina.
Descartes con la división en res cogitans y res extensa sigue presente en el pensamiento de muchos profesionales de la salud mental -aunque Damasio, y su esposa, ya hayan comentado “el error de Descartes”-
Sirva esto como introducción para valorar que aún siendo la mente un constructo -y constructo social según autores- toda su actividad tiene un correlato anatómico. No quiere decir esto que toda la actividad mental se pueda recudir a un plano bioquímico/anatómico, como nos hemos sentido tentados muchas veces de hacer a lo largo de la historia. Evidentemente mi mente no funciona igual si mi nivel de glucosa baja, pero por una parte esta disfunción no sería una enfermedad mental y por otra parte, mi nivel de glucosa también se verá alterado por circunstancias de mi vida externas a mi organismo.
Cuando hay una alteración en la psicopatología sabemos que existe una alteración de la homeostasis del individuo, pero hemos de pensar que la causa puede no ser mental, si no ser debida a una alteración orgánica. Las alteraciones del cuerpo tienen una respuesta en la conducta, así que ante una alteración psicopatológica hay que determinar si es de carácter puramente “mental” o causada por una noxa. Por ejemplo la depresión se asocia a numerosas enfermedades como la patología tiroidea (hipertiroidismo e hipotiroidismo), enfermedad de Cushing, hiperparatiroidismo, demencia de Alzheimer, déficit de vitamina B12,,...y otro ejemplo, interesante por lo frecuente del síntoma, es la ansiedad. Esta suele asociarse a hipertiroidismos e hipotiroidismo, feocromocitoma, hipoglucemia, trastornos vestibulares, encefalitis...
Es decir, numerosos marcadores biológicos nos sirven para establecer el diagnóstico diferencial entre trastorno mental y enfermedades no psiquiátricas en los distintos trastornos psicopatológicos.
En el texto señalan que “ninguno de los marcadores parece tener aún la sensibilidad y especificidad, que puedan hacer de ellos un instrumento claramente útil en la practica clínica de rutina”. De momento las prueba de supresión con dexametasona y la prueba de estimulación con tirotropina han sido utilizadas. Su falta de sensibilidad y de especificidad frente a otras enfermedades mentales las han marginado a estudios de investigación. En la década de los ochenta hubo numerosos experimentos de producción de ansiedad con inyecciones de lactato,etc... que si bien abrieron un camino esperanzador para una visión puramente bioquímica del comportamiento humano se desvanecieron sin dejar rastro y ya no se han repetido.
Una de los principales problemas a la hora de encontrar marcadores biológicos es que no hay diferencia en las sustancias que existen entre el cerebro de los diferentes individuos -salvo intoxicaciones-. No hay un aminoácido, hormona, o sustancia conocida que aparezca únicamente en los cerebros de los que tienen alteraciones mentales. Estas surgen -o hacen surgir- alteraciones de la homeostasis, difíciles de medir con nuestra ciencia actual y más difíciles aún de valorar en su sentido clínico. La diferencia entre un cerebro y otro no parece basarse simplemente en términos cuantitativos -a nivel biológico-. La diferencia entre uno que sabe orientarse bien y otro que no, se puede ver por el número de conexiones neuronales en la zona temporal pero siempre a posteriori. Es decir, podemos ver que los taxistas londinenses -hábiles en orientarse- tienen mayor la zona temporal pero eso no implica que tener grande la zona temporal quiera decir que uno sabe orientarse bien. Una analogia sería la de las manos de un pianista. No todos los que tienen manos de pianista son pianistas pero los que son pianistas tienen manos de pianista.
Actualmente podemos diagnosticar enfermedades que tienen como síntoma una enfermedad mental, es decir, enfermedades causantes de alteraciones cerebrales que causan un síntoma de sufrimiento mental, pero no podemos discernir el grado de afectación ni sufrimiento psíquico basándonos en marcadores biológicos y las pruebas neuroendocrinas.


6 comentarios:

todopsicologia dijo...

Clarito como el agua.
Saludos

Karen M. dijo...

Súper interesante.

Aprendo mucho aquí.

Un abrazo,

K-M-

Jose Valdecasas dijo...

Me parece una respuesta muy inteligente. Y una decisión aún más inteligente no mandarla a la evaluación, sino hacer otra para que te aprueben que, en estas cosas, es de lo que se trata. A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.

Por cierto, acabo de darme cuenta de que has cambiado el subtítulo del blog. Ten cuidado, que empieza uno reivindicando y acaba... bueno, ya veremos cómo acabamos.

Besos y abrazos.

Miguel dijo...

gracias Jesus, como las cosas nucleares son tan complicadas vamos a ver si aclaramos las periféricas...
Un abrazo.

Miguel dijo...

Gracias por tu amabilidad K-M-.La intención es ir aprendiendo y compartir lo aprendido.
Un abrazo.

Miguel dijo...

Pues ya ves Jose, lo del subtítulo es por que uno empieza con una intención (siempre buena obviamente)y -a veces- acaba liándose la manta a la cabeza. Creo que a estas alturas del partido no vamos a disimular ciertas tendencias reivindicativas -a veces- y como el pisuega pasa por no se dónde y como corregirse es de sabios -a veces- se cambia el lema y ya está.
Besos y abrazos.

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