El 15 y 16 de abril se celebro en Barcelona al Symposium Internacional sobre Actualizaciones y Controversias en Psiquiatría en el que diferentes figuras de primer orden mundial hablaron sobre el tema de las alucinaciones y los delirios. Trataron desde una visión histórica hasta los avances más recientes de la neurobiología.
Un dato que sorprendió fue que en algunos estudios obtienen que prácticamente un 25% de la población sufre en alguna ocasión alucinaciones auditivas, es decir, oyen sonidos que no existen.; por ejemplo, el móvil cuando no suena, el timbre de casa cuando nadie ha llamado, etc... Afinando un poco más la definición de alucinaciones auditivas como voces, y no como sonidos conocidos, la proporción bajaba al 2-6% de la población. Lo que no deja de ser un porcentaje elevado. Eso quiere decir que de 100.000 habitantes de la isla entre 2.000 y 6.000 oyen alguna vez voces dialogantes que no se corresponden con la realidad. Pero el hecho de acudir a pedir ayuda por esas voces se relaciona más con el hecho de como interpretan las voces que con cualquier otra cualidad de las voces. Es decir, no acuden a su médico por que sean de mucho volumen, o porque sean continuas o, simplemente, porque existan. Acuden a la consulta sólo si las relacionan con algo malo, con algo que les persigue o les fastidia. Causa más angustia la explicación que se den a esas voces que las voces en sí. Es decir si piensan que las voces son algo ficticio, no las toman en serio y no le dan importancia no presentan problema pero si explican las voces como algo real y le dan una explicación “perniciosa”, -como que son avisos de que van a atacarles, o que tienen una gran responsabilidad sobre el resto del mundo,- entonces esos sentimiento les causan gran sufri-miento y acuden a consulta.
El psicólogo Andrew Moskowitz, profesor de psicología de la Universidad de Aarhus, en Dinamarca expuso que muchos pacientes a los que quitaban las “voces”, las alucinaciones auditivas, se quejaban porque las voces les hacían compañía, e incluso comentó que existían pacientes que no entendían como otra gente podía vivir sin oír voces. Sin embargo existe otro grupo de personas a las que las voces les causan gran angustia y sufrimiento, pero, repito, no es tanta la relación del sufrimiento la calidad de las voces sino como lo vive el que las oye. Propuso va-rias tareas psicológicas para minimizar el efecto de las voces, la más efectiva dijo que era el dejar un espacio al día para “dialogar con las voces”. Esto calmaba a los pacientes y hacia que las voces no interfiriesen tanto con su conducta.
Al hablar de los delirios también hubo sorpresas, ya se sabe que delirio procede del término latino que significa salir del surco al labrar la tierra y que se utiliza para una creencia falsa, extravagante, no aceptada por la norma establecida; una creencia firme que no es constatable por los hechos. En un estudio que presentaron más de la mitad de la población en Estados Unidos tenía creencias de tipo delirante (abducciones de ovnis, telepatía, casas embrujadas…), y que un 4% de la población tiene síntomas paranoides francos (pensar que hay un complot con-tra ellos, que les quieren fastidiar,…)
Siguiendo con el tema de los delirios, fue muy llamativa la idea expuesta por la doctora Rhiannon Corcoran de la Universidad de Nottingham. Mostraron pruebas neuropsicológicas muy elaboradas sobre el estilo de pensamiento de los pacientes que sufren delirios. Consiguieron demostrar que muchos pacientes afectos de distintos tipos de delirios tienen predisposición a sacar conclusiones rápidamente, son poco reflexivos. Ante un estimulo neutro sacaban conclusiones y lo perciban como amenazante y negativo. Es decir, que si se ve a una persona agachada en la calle, lo sano es esperar a tener más datos antes de sacar una conclusión. Si ves que manipula algo con sus manos y es el cordón del zapato ya sacamos la conclusión de que se ha agachado a atarse el zapato. La gente de características delirantes en cuanto ve a una persona en dicha situación ya deduce que está así para atacarle a él personalmente. No al primero que pase, sino a él mismo aunque no le conozca de nada. Así las personas con tendencia a los delirios son propensos a sacar conclusiones rápidas y negativas para ellos, conclusiones amenazantes sobre el medio que las rodea.
La ponente presentó un trabajo realizado mediante una serie de ejercicios de entrenamiento cognitivo a pacientes con graves delirios de referencia, es decir, con delirios en los que creen que todo el mundo los mira, que los vecinos hablan de ellos, que hay complots contra ellos, que son el objetivo de un mundo que sólo piensa como fastidiarlos. En el trabajo planteo algo tan simple como ayudar a reflexionar, a no quedarse con la primera impresión, sino esperar a tener más información antes de juzgar una situación. También a buscar más explicaciones posibles y plausibles para un solo hecho (una persona agachada en la calle) hay otras explicaciones aparte de que esta agazapado para atacarnos (atarse un zapato, recoger un reloj, hablar con un niño que esta fuera de nuestro campo visual, un dolor súbito,…) Poco a poco los pacientes con delirios referenciales cambian su manera de pensar (brusca y negativa) y aprendían a reflexionar, dudar de la primera impresión y buscar diferentes explicaciones.
Después de estas conferencias a las que he asistido he decidido añadir a mi lista de “cosas básicas” que hacen vivir la vida más tranquila y mejor la capacidad de reflexión.
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