En el Instituto Max Planck de Desarrollo Humano en Berlín (Alemania) han hecho un estudio publicado con un llamativo titular: “Cerebros haciendo swing en concierto: sincronizan la corteza cerebral mientras tocan la guitarra
El diseño del estudio ha sido muy sencillo. Lo que han hecho estos científicos ha sido tomar parejas de guitarristas y hacerles tocar hasta 60 veces una melodía corta de jazz-fusión y mientras tanto medir las ondas cerebrales por electroencefalografía.
Se encontraron similitudes entre las fases de ondas cerebrales en el cerebro de los músicos cuando oían el ritmo de un metrónomo como preparación para iniciar el tema y luego iban aumentando las sincronías cuando comenzaban a tocar juntos. Según Ulman Lindenberger, coautor del estudio, "nuestros descubrimientos muestran que las acciones coordinadas interpersonalmente están precedidas y acompañadas por emparejamientos oscilatorios entre los cerebros".
Este es el hecho: que los cerebros al tocar juntos van al ritmo. Las explicaciones son variadas y cada una tiene sus conclusiones.
Si esta sincronización es una respuesta al ritmo del metrónomo y la música, quiere decir que el sonido influye en nuestras ondas cerebrales de manera similar, que oír la misma música nos predispone a realizar mejor tareas en equipo. Otra hipótesis sería que el ver los movimientos y escuchar la música de la pareja de interpretación hace que las ondas se sincronicen; seguir voluntariamente al otro hace ambos cerebros vayan al ritmo. Una tercera y más arriesgada sería pensar que primero tiene lugar una sincronización cerebral y que, al producirse esta, se produce una actuación coordinada. Pero esto ¿se podría demostrar?, ¿se podrían sincronizar las ondas cerebrales voluntariamente para así funcionar mejor como equipo?
En el 2001 un equipo de investigación del Imperial College, de Londres, dirigidos por el Dr. Gruzelier probó un experimento más arriesgado y complejo que el que acabamos de describir. Enseñó a 38 músicos del Royal College of Music a controlar su ritmo cerebral, a hacer funcionar todos los cerebros a la misma frecuencia de onda antes de que sonase cualquier melodía.
El equipo utilizó un ordenador que respondía a los estímulos eléctricos del ce-rebro, para diseñar un juego consistente en mover por la pantalla la imagen un barco hacia el horizonte. El barco sólo se movía si los músicos utilizaban las ondas cerebrales adecuadas (14 ciclos por segundo), si no lo hacían el barco retrocedía. Cuando el músico dominaba sus ondas cerebrales, aparecían en el cielo de la pantalla unas gaviotas.
Entrenados con este sencillo juego todos pudieron “sintonizar” su cerebro voluntariamente a las ondas que habían ensayado para mover el barco en el juego. Se les pidió que interpretaran la pieza que ellos quisieran durante 15 minutos, poniendo antes su cerebro a la frecuencia ensayada y se grabó su actuación en vídeo. Posteriormente la interpretación fue evaluada por un grupo de expertos de fama internacional para ver si había variado la calidad de tocar “normal” a tocar con el cerebro “sincronizado”.
Se demostró que cuando estaban todos con su cerebro a las ondas ensayadas mejoraban su interpretación, su musicalidad, así como su comunicación con el público. Las características que valoraron como más cambiadas eran la concentración y la imaginación.
Así pues parece ser que al tocar música juntos sincronizamos nuestras ondas cerebrales, y que podemos ser entrenados para sincronizar nuestras ondas cerebrales lo que nos permite funcionar mejor en grupo… al menos para interpretar música.
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